Y qué fue lo que pasó poco antes de que dejara de llover? Pues que el sol comenzó a brillar. Y cuando eso sucede, tienes que ponerte a buscar arcos iris... ! y eso fue exactamente lo que hicimos!
De espaldas al sol alcé la vista. Y allá frente a mí, reluciendo como cintas de colores brillantes a través del cielo, se extendía un perfecto arco iris.
«Rojo,» susurré casi sin aliento, «!ve eso!»
El Rojo miró en todas direcciones y por último me miró a la cara. Parecía preguntarse qué era lo que yo veía.
«¿No ves el arco iris?» pregunté, «¡Míralo!»
De nuevo el Rojo buscó en todas direcciones. Sin embargo, siguió actuando como si nada de especial hubiera en el cielo.
Por fin recordé algo que hace tiempo leí en un libro y que ya entonces me entristeció. Decía:
«Los perros solo ven en blanco y negro. Para todos los fines prácticos son ciegos a los colores.».
«Rojo,» le dije, y mi voz sonó muy triste, «Siento mucho que no veas este arco iris, porque contemplarlo me llena de una alegría muy especial que quisiera compartir contigo...»
Cuando el Rojo escuchó la tristeza en mi voz, él también se puso triste. Se recostó contra mi pierna y dulcemente lamió mi mano. Me estaba diciendo que sentía lo mismo que yo, aunque no fuese capaz de comprender lo que estaba mal.
«Rojo,» le dije sintiéndome ya mucho mejor, «para ti mi voz es como un arco iris, y tú oyes cada uno de sus colores.
Me reí y el arco iris resplandeció aún más. Oyendo mi voz, los ojos del Rojo volvieron a alegrarse, y ellos mismos se convirtieron en pequeños arcos iris.