Una tarde las niñas Dukes estaban pasando justamente cuando El Rojo regresaba de una caminata. El Rojo llevaba algo en su boca y no me tomó mucho tiempo el darme cuenta de lo que era. Oí a Maggie Dukes exclamar:
«¡Weeeeeoooooooooooooo! Qué es lo que ha estado haciendo ese perro?»
Ese día El Rojo había encontrado un mapache muerto en el bosque, que olía terrible para la nariz de las personas, pero para El Rojo olía como si hubiera venido del cielo. Tenía el cuerpo del oloroso mapache en la boca y lo estaba llevando a la casa. Tal véz quería darmelo de regalo. Esto es algo que un perro del campo y aun un perro tan bueno como El Rojo haría.
Maggie cojió una manotada de piedritas y se las tiró a El Rojo. Mattie se pusó la mano en el estomago y corrió detrás de un arbol. Rene haciendo un puño se golpeó en su otra mano y le gritó a El Rojo que se fuera.
El Rojo no podía entender porque todos estaban tan molestos. Una de las piedritas que Maggie le tiró lo golpeó en el oido, hiriendo tanto su orgullo, que El Rojo dejó caer al mapache y corrió hacia la casa.
Yo entiendí porque todos estaban tan molestos. Yo podía oler lo que cargaba El Rojo desde muy lejos.
Pero también entendí porque El Rojo se sintió tan ofendido y confuso con lo que paso. Yo quería abrazarlo y darle golpecitos con mi mano cuando el llegó al frente de la casa. Sin embargo, yo era tán humano como Maggie, Mattie y Rene...
Tapadome la nariz, corrí a la esquina de la casa. Cuando El Rojo se dió cuenta de lo que hice otra vez se sintió ofendido.
El Rojo solamente se había comportado ese día de una manera natural, y yo también.